Agua con gas

– No me gusta el agua con gas. 

– A mí tampoco.

– Una vez compré una botella por equivocación ¿sabes? Estaba en el aeropuerto y la etiqueta estaba en otro idioma así que no me di cuenta.

Un pato entró en el agua. Ella se quedó mirando las ondas. Él continuó hablando.

 – No tenía dinero para comprar otra. Me pasé todo el viaje de vuelta agitándola y abriéndola para tratar de desventarla. Visiblemente conseguí quitarle todo el gas pero al probarla seguía teniendo ese regusto extraño. 

– Yo tampoco consigo eliminar tu sabor en todas las cosas – interrumpió ella – no importa el tiempo que haya pasado ni las veces que haya agitado mi vida y removido su contenido. Es una putada. 

– Sí, es una gran putada. El silencio encarceló sus pensamientos. Suspensión. 

– Hacer, deshacer. Hacer y deshacer. ¿Es que nunca nos cansaremos de esto? 

– No sabemos hacer otra cosa. 

– No creo en el amor. No creo en nosotros.

– ¿Recuerdas cuando decíamos "ahora sí, esta vez será la definitiva"? 

Ella no contestó. El estanque llenó la escena. Al poco se levantaron sin apenas mirarse el uno al otro. Juntaron sus manos y se alejaron del banco por aquella senda tantas veces recorrida,