Una mañana de verano un dragón alado encontró una niña llorando en la playa, ¿qué te pasa
querida niña?, ¡me he perdido y no se llegar a casa!. El dragón apenado por ella, subió a la niña en su lomo
y la llevó por el aire hasta llegar a un
pueblo muy bonito engalanado y preparado para celebrar sus fiestas. Los habitantes
del pueblo quedaron muy sorprendidos al
ver con la suavidad que el dragón
depositaba en el suelo a la pequeña Paula, desaparecida hacia unas horas.
Todos los
vecinos entusiasmados invitaron al
dragón a quedarse y disfrutar de los
juegos y actividades que habían organizado.
Los papas de Paula eran los panaderos del pueblo agradecidos con el dragón le regalaron muchos pasteles y lo propusieron como
hijo predilecto.
El dragón muy contento y lleno de alegría se hizo
amigo de todos y se quedó unos días.
Paula encariñada con el dragón quería
que su nuevo amigo se quedara para siempre, pero el dragón tenía que seguir su viaje, y allí a lo lejos
detrás de las montañas y del mar, estaba su familia esperándole.
La tristeza inundó
los ojos de Paula, y el dragón emocionado se despidió y le dijo que todos los
años, el día de la fiesta, mirara hacia el cielo.
El dragón se
marchó volando y todos los años el mismo
día, una silueta de dragón
revolotea alrededor del pueblo como
recuerdo de amistad y todos reunidos se ponen a bailar.