El sol de primavera acaricia la hierba, su luz derramándose sobre los campos
de amapolas y de lavanda. Las mariposas han roto sus sarcófagos de hielo, el
estallido resonando en el filo de la mañana. El ciclo de la vida vuelve a su punto de
partida, el despertar, el nacer, el eterno retorno.
Pero él no ve nada de eso.
Dentro estaba oscuro, el aire pesa como los sueños frustrados y los rayos se
esfuerzan en vano por penetrar las persianas de aquella fortaleza autoimpuesta.
La botella sube y baja, las pausas son silencio, el tiempo, soledad. Sube y
baja, el líquido se consume al mismo ritmo que su alma. Sube y baja pero él no está
allí.
Su cuerpo hundido en aquel viejo sofá, su mente anclada en el pasado. La
botella se acaba y ahí se queda mirando el culo vacío.
Pero él no está allí.