Un hilo de
luz se colaba desde la rejilla del techo, iluminaba esa mugrienta habitación
tan diminuta, en la que vivía desde hacía tres años. En la que ya estaba
acostumbrado estar día tras día solo, simplemente con la soledad y mis
remordimientos, que por cierto no eran pocos. Esta misma mañana me había
levantado con un mal presentimiento, tal vez fuera el recuerdo de lo que pasó,
no lo sé, siempre lo llevo en la conciencia. Vuelvo a recordar...
Sábado por
la noche, mi amigo al borde del coma-etílico, y yo..yo más de lo mismo. La
gente nos miraba no solo por las paparruchadas que decíamos, sino que también
por nuestro estilo "punk", que en ocasiones daba miedo. Saqué de mi
bolsillo el mechero de color azul y acto seguido le dí fuego a mi colega, y
allí, en ese callejón oscuro, estrecho y sin salida, nos hundimos en nuestros
traumas del pasado.
De un
momento a otro la expresión de su cara cambió por completo. Me giré sin pensar
lo que podía ver en ese preciso momento. Efectivamente, allí estaban otra vez,
con unas navajas en la mano de unos diez centímetros de largura, apuntándonos
con la punta brillante y afilada. Dos monstruos de los suyos me agarraron por
la espalda mientras el líder cada vez le acercaba más el cuchillo al estómago
de Txus, y le susurraba al oído: -¡Te quiero matar!
Y aquí
hundido entre lágrimas estoy yo, preso y acusado de su muerte...