Mi cajita de metal con brasas de fuego (Cat. +65)

Recuerdo salir de casa por las mañanas para ir al colegio con trenzas, babi blanco, zapatillas de cáñamo y calcetines, entonces las chicas no llevábamos pantalones. En el colegio no había calefacción, ni estufa de leña, por eso todas las mañanas, mi madre me ponía brasas de fuego en la cajita para que pudiera tener los pies calentitos en clase.

A los once años me puse de niñerita de un bebe precioso, le llamaban Solín, yo era delgadita y no lo podía llevar al brazo, la llevaba a horcajadas en la cadera. De pequeña, siempre me inventaba historias, cuando la niña lloraba, le decía “no llores, mi amor te voy a contar una historia”.

Le decía, tú vas a vivir como una princesa, cuando tengas mi edad estudiarás, el mundo habrá cambiado, no habrá hambre, ni niñas que por la ignorancia y el fanatismo de sus papás, les corten el clítoris y alguna muera, no habrá guerras y no pasará que a tan corta edad, tengas que dejar la cajita de las brasas, la cual llevabas al colegio para ponerse de niñerita, para ayudar a la economía de la familia.

La niña se dormía plácidamente, parecía que entendía lo que le decía. Todo esto que le contaba a la niña, muchos años después, está sucediendo, por ello se está luchando y algo hemos conseguido, con gotas de sudor y sangre.

Cobraba al mes 15 pesetas y la merienda, pan y chocolate.