¿Buena o mala suerte?

Al salir del supermercado vi que tenía una rueda pinchada. Maldije mi suerte una y otra vez sin siquiera sospechar que el hombre del sombrero me miraba con una pequeña sonrisa. Habló despacio y fue contundente; sin nada en los bolsillos, ni siquiera un hombro sobre el que llorar, me contó su historia: 

"Tengo una hija y una perra que un frío día de invierno perdí. La gente me decía: ¡qué mala suerte! Pero yo nunca me sentí mal afortunado. Y es que, la vida te sorprende, cuando menos lo esperas. Aunque parezca mentira, mi perra volvió y trajo consigo tres hermosos cachorros que repartí entre familiares. 

Un día, mientras mi hija jugueteaba con la perra se cayó y se rompió un brazo. La gente volvió a decirme que aquel hecho era consecuencia de la famosa mala suerte. Y aunque parezca mentira, entonces tenía una prueba de balonmano que no pudo hacer. El autobús que llevaba a las chicas tuvo un accidente y algunas murieron. La gente, como una veleta que cambia a favor del viento, empezó a decirme lo contrario: ¡qué buena suerte ha tenido tu hija!. Y yo, que llevo más de dos años en el paro, que acabo de perder incluso el cartel donde pido limosna, sigo sin sentirme mal afortunado. Porque bien es cierto que lo que deba ser será, que todo pasa por algo, y que después de la tormenta siempre llega la calma". 

– ¿Te ayudo a cambiar la rueda?