Dormir sin el beso de buenas noches

“El día que una ola salte más de lo convenido la Luna se mojará”, recitó la pequeña entre dientes. Se sabía de memoria el cuento. No necesitaba que nadie se lo leyera. “El día que la Luna se moje, pedirá ayuda al Sol para secarse”, continuó la chiquilla con un tono de voz más alto. Se había arropado ella solita. Ya no necesitaba ni el beso de buenas noches. “El día que el Sol abrace a la Luna para secarla, veremos brevemente cómo se funden la noche y el día”, gritó la niña tratando de expulsar de su habitación a los gritos que se filtraban por debajo de la puerta.