El íncubo

Hubo un tiempo en el que fui un caballero respetado y admirado; en apariencia estaba lleno de virtud, verdad y perfección, sin que existieran sombras del mal ni en mi conducta ni en mi apariencia. Sin embargo, al caer la noche llevaba una existencia fantasmagórica envuelto en una sábana blanca, buscando amores que me estaban prohibidos por mi posición social. Mi apariencia nocturna causaba pavor a todos los transeúntes que corrían desconcertados a ocultarse temiendo por sus vidas. Durante años estuve inmerso en un laberinto de pasiones clandestinas cubriendo mi libertinaje, sin que nada se supiera ni de mi identidad ni de mis hazañas. Pero una noche mi suerte cambió, pues uno de los lugareños me descubrió al quitarme la sábana. Fue entonces cuando mi mundo se desmoronó completamente; así que robé el primer caballo que encontré y galopé apresuradamente sin destino fijo, con la desdicha de que el caballo pisó la sábana que había sido testigo de mis locas andanzas nocturnas: ella se convirtió en mi sudario al caer por un precipicio. Mi desaparición suscitó toda clase de conjeturas en aquella época y aún se continúa especulando sobre mí. Quizás el hecho de haber tomado una identidad fantasmal en vida, motivara que el destino me otorgara el papel de  íncubo tras mi muerte. En ocasiones, algunos afirman haber escuchado mis pasos, pero ahora no podrán atraparme, pues siendo un íncubo me apodero libremente de las dama en sus sueños bajo diferentes cubiertas según las apariencias de sus amados.