Parece
fuera de tiempo, dedicar el periodo veraniego para irse uno cada mañana a tomar
sesiones de rayos UVA. Y quien piense eso, seguramente estará acertando.
El
caso es que uno, rarito por naturaleza, este verano ha decidido broncear su
zona del cuello a tono con lo que tantos albañiles lucen, por voluntad propia o
impropia, el resto del año. Y en esas estamos.
A
simple vista pudiera parecer un capricho de niño, perdón, maduro pijo; pero la
verdad es que obedece a una terapia que, sí o sí, necesito.
¿Por
qué del chascarrillo, entonces? Quizás por quitar hierro al asunto; quizás como
autodefensa, quizás para... reírme un poco sólo de esta cuita y pensar que
siempre puede haber algo peor...
Treinta
sesiones que, sin duda, servirán para colorear decentemente una zona veraniega
por antonomasia; aunque este año, no se verán acompañadas por un yodo magnífico
e insustituible que aporta mi mar Cantábrico...una pena.
Y,
a todo esto, con un estupendo "bujero" que me permite seguir
respirando; por lo que estoy, prácticamente todo el tiempo, cual cisterciense
trapense con voto de silencio... es decir, de ejercicios espirituales...que
¡mira! no hay mal que por bien no venga...