“- Y sabes, había una flor… pequeña; de esas de las que ni siquiera importa el nombre,
las que encuentras por casualidad en primavera. No tenía nada especial, salvo que
estaba sola. Y fue porque estaba sola que yo me fijé en ella y no en otra. Fue porque
desencajaba, porque de alguna manera te obligaba a mirarla. Te exigía atención con un
grito hecho de aire, de nada. Y yo la miraba. Cuanto más la miraba más se acercaban
mis dedos para poder rozarla, más pensaba en ella. La deseaba, la necesitaba. Tanto…
tanto que tuve que cogerla, tenerla entre mis manos. Un segundo. Solo un segundo...
Y ya no parecía la misma. Y todo mi interés murió con ella, en un último suspiro
frustrado. La brisa se llevó sus restos muy lejos, pero ella ya no era ella, y yo… hacía
tiempo que me había ido. Y sabes… a veces no puedo evitar preguntarme si todavía
llora mi nombre.”